MINISTERIO JESUCRISTO REY DE REYES

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Siendo la iglesia un cuerpo y nosotros miembros los unos de los otros, tal como lo leemos en Romanos 12:5 "Así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros" y también "Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular", es fácil descubrir que para el logro de funciones armónicas y conducentes a un objetivo común se prescriben normas de ética que prevengan antinomias como las siguientes: "Si dijere el pie: porque no soy mano no soy del cuerpo y si dijere la oreja: porque no soy ojo no soy del cuerpo, ¿por eso no serán del cuerpo?" (1 Co.12:15 16).

 

Ciertamente esa forma extraña de trato con otros miembros son la consecuencia de obviar la barrera: "Ni el ojo puede decir a la mano no te necesito, ni tampoco la cabeza a los pies: no tengo necesidad de vosotros" (v.21).

 

Vale decir que si el cuerpo ha de funcionar tal como Dios lo previó, debe guardar severas normas de trato mutuo, evitando desencuentros y enfrentamientos que debiliten la acción específica de cada uno y de todo el conjunto. Estas normas  que son muchas y variadas  podemos separarlas en tres grupos bien definidos:

 

1) Normas de Moderación
"Así que no juzguemos más los unos a los otros, sino mas bien decidid no poner tropiezo u ocasión de caer al hermano" (Ro.14:1¬3). El trato entre dos miembros suele afectar a un tercero, que habrá de "tropezar", hecho que solamente de por sí es grave. Notemos lo que dice Pablo en Ro.11:9, 16:17 y en 1 Co.8:9 y 10:32.

 

La desgracia de levantar el dedo en contra del trabajo o actitud de otros ha provocado serios inconvenientes y engendrado disentimientos entre los miembros en detrimento del buen funcionamiento del cuerpo. Concurren a favorecer estos principios otras citas, tales como "Hermanos, no murmuréis los unos de los otros. El que murmura del hermano y juzga a su hermano, murmura de la ley y juzga a la ley…" (Stg.4:11), y también "Hermanos no os quejéis los unos contra los otros, para que no seáis condenados; he aquí el juez está adelante de la puerta".

 

Estas advertencias son bien oportunas cuanto más reflexionamos sobre Gá.5:15 que muestra el colmo a que podría conducir estas situaciones de creciente anomalía: "Pero si os mordéis y os coméis unos a otros, mirad que también no os consumáis los unos a otros". ¡Pobres de los miembros cuya labor distorsionada es luchar con los demás, descuidando su verdadera y específica función! El desorden, la confusión, el caos y el mal testimonio forman el cortejo de ese extraño tipo de actividad demencial, cuando el cuerpo no funciona bajo los principios de moderación que enseña las Escrituras.

 

2) Normas de Comunicación
No solamente los miembros deben mantener una adecuada moderación, cautela o cuidado en su trato con los demás, sino que también

 

a) deben preocuparse unos por otros. Así lo dice 1 Co.12:25 "…para que no haya desavenencia en el cuerpo, sino que los miembros todos se preocupen los unos por los otros". "Preocupar significa esencialmente estar ansioso por cuidar". Así lo hallamos en 1 Co.7:32 "…el soltero tiene cuidado de las cosas del Señor, de cómo agradar al Señor, pero el casado tiene cuidado de las cosas del mundo, de cómo agradar a su mujer". También aparece como la característica distintiva de Timoteo (Fil.2:20) "…que tan sinceramente se interesa por vosotros". Sí, debemos intere¬sarnos por el bienestar de los demás miembros, por su salud, comodidad, etc. Es un deber de cada miembro "tener cuidado de los demás".

 

b) Deben servirse unos a otros. Leemos en Gá.5:13 "…servíos por amor unos a otros". Notablemente el término servir es el resultado de la preocupación; por ello no nos extraña que sea la traducción del original griego "doulos" que significa esclavo. Nos resistimos esclavizarnos a nada, menos a los hermanos. Posiblemente la idea es que todo miembro, por ser tal, ya está esclavizado a un tipo particular de conducta, de relación y de actividad en el cuerpo. No se puede liberar a los demás si se ha de continuar siendo miembro del Cuerpo de Cristo. El servicio implica sometimiento (Gá.5:21), paciencia (Gá.6:2) y buena conducta (Ef.4:25). El servicio exige constancia y mutua consideración (He.10:24).

 

Constituye el reconocimiento del lugar que Dios nos ha dado, de la tarea asignada por el Señor que es la Cabeza.

 

c) Deben amarse unos a otros. Leemos en Ro.13:8 "No debáis a nadie nada sino el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo ha cumplido la ley". Debe ser nuestra única deuda perma¬nente. El amor con amor se paga, pero nunca se salda. La reitera¬da exhortación "amaos los unos a los otros" parece exagerada y redundante, pero no es así. Por el contrario, es justa, lógica y necesaria; en parte por nuestra tendencia a hacer lo contrario y en parte por las múltiples consecuencias y efectos colaterales que produce. Leamos por ejemplo en Ro.13:10 ; 2 Co.2:4 ; 1 P.1:22 y 3:10. Ciertamente el amor actúa como cartílago entre las coyunturas, lubrica los movimientos y amortigua los golpes.

 

El amor produce sinceridad, afabilidad, honestidad y desprejuicia el trato. Las mejores normas de la ética no pueden subsistir sin el amor; sin él serían vanas y contraproducentes, simples actos de diplomacia cargados de dobles intenciones. Pero el amor todo lo puede, todo lo sufre, todo lo soporta. Es diáfano, cristalino y sin dobleces.

 

3) Normas de Instrucción
Bajo este rubro debemos enrolar todos lo tratos que ayudan a la edificación. Por ejemplo:

a) "recibíos los unos a los otros" (Ro.15:7) para evitar "ruedas" o grupos de hermanos, facciones que puedan fragmentar la unidad o destruir las bases de una sólida unión entre los hermanos. La ética cristiana cuida de no descartar a cualquier miembro por disentimiento o desconocimiento. Al contrario, la recepción en el corazón, luego en el hogar y finalmente en la vida, conduce a un mejor conocimiento del hermano, a practicar la hospitalidad, a limar posibles asperezas. En un clima así, es más fácil soportar¬se mutuamente (Col.3:13) y hablar verdad unos a otros (Ef.4:25).

 

b) "Alentaos los unos a otros" (1 Ts.4:18). El vocablo original "parakaleo" significa llamado al lado para y cubre una amplia gama de actividades entre las cuales sobresalen aliviar, confortar, animar, reanimar, calmar, tranquilizar, recrear, serenar, acallar, dulcificar, apaciguar. La primera Carta de Pablo a los Tesalonicenses llevaba ese objetivo, cumplía esa función.

 

La frase "Alentaos…" con esas indicaba una función instructora que los liberaba de la bruma agobiante de la duda, aquietaba los espíritus para ver más allá de los simples horizontes de la vida temporal. Los creyentes, como miembros unos de los otros deben usar las Escrituras como medio para instruirse y aplicar esa enseñanza a la experiencia de los otros. "Consolaos y edificaos" dice 1 Ts.5:11; y "conforte vuestros corazones, y os confirme en toda buena palabra y obra" (2 Ts.2:17). ¡Cómo edifican las palabras de aliento y cuánto bien hacen para la buena marcha del cuerpo!

 

c) "Amonestaos los unos a los otros" (Ro.15:14). Según este texto, la amonestación debe realizarse bajo el amparo de una madurez acabada en bondad y en conocimiento. Solamente así puede lograr los altos fines de corrección o animación. En 1 Co.10:11 dice que las cosas que les "acontecieron  a los israelitas  lo fueron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros", es decir, para instruirnos en la Palabra de Dios.

 

La forma en que Pablo presentó su ministerio (1 Co.4) tenía como propósito amonestarles "como a hijos amados" (v.14). Más específicamente relacionadas con los miembros del cuerpo son las palabras de Col.1:28 "a quien  Cristo  anunciamos, amonestando a todo hombre… a fin de presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre". Los escritos bíblicos cumplían esta gran función haciendo que la Palabra de Dios "more en abundancia… enseñándonos y exhortándonos unos a otros en toda sabiduría (Col.3:16). Sí, la amonestación es advertencia oportuna, cariñosa y apoyada con el ejemplo personal y el testimonio de las Escrituras.

 

Finalmente
d) "saludaos unos a otros con ósculo santo" (Ro.16:16). Para muchos cristianos este mandamiento respondía a una costumbre en el contexto de aquellos días, para otros es una manera de evidenciar ante los paganos la fuerza espiritual contra el sensualismo reinante. Pudiera ser que ambas interpretaciones tengan algo de verdad en la práctica, pero el grueso de la enseñanza descansa en 1 P.5:14 donde se cita como "ósculo de amor".

 

Lo grande e importante es la ausencia de formalismo e hipocresía, la liberación de toda distinción social o racial, entre amos y esclavos, ricos y pobres, nobles y plebeyos. La condescendencia y el respeto se dan la mano en el beso de amor. La resistencia a esta práctica presupone prejuicios insanos alejados de las Escrituras y sus enseñanzas. El beso así, con bases bíblicas y robustas demostraciones, es una bendición del Señor y prueba hasta donde la fe cristiana destruye los prejuicios de todo tipo, incluso los sensuales. Estas normas indudablemente eran aplicadas según vemos en 1 Co.16:20, 2 Co.13:12 y 2 Ts.5:26.

 

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